CREER O NO CREER, HE AHÍ EL DILEMA

(Recopilaciones diversas de individuos diversos. De gente real del mundo real. Algunos dan a conocer sus verdaderas identidades, otros la ocultan y a los más pavos los echamos al agua... onda sapeo)
apuntesinsanos@gmail.com

jueves, 27 de marzo de 2008

SECRETO 2346

...es un secreto!

MIEDO

Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan,
se hunde volando en el Cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace el nido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.

Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.

Y menos quiero que un día
me la vayan a hacer reina.
La pondrían en un trono
a donde mis pies no llegan.
Cuando viniese la noche
yo no podría mecerla...
¡Yo no quiero que a mi niña
me la vayan a hacer reina!

(GABRIELA MISTRAL)

martes, 25 de marzo de 2008

jueves, 20 de marzo de 2008

GETSEMANÍ

Y saliendo, se fué, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
Y estando en agonía, oraba más intensamente: y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad que no entréis en tentación.
(El Santo Evangelio según San Lucas)

EQUINOCCIO

El 20 de marzo a las 02 horas 58 minutos se produjo el equinoccio de Otoño, donde el sol deja de iluminar el hemisferio Sur directamente para comenzar a hacerlo sobre el hemisferio Norte terrestre, marcando en el Hemisferio Sur el inicio del Otoño, mientras que en el Hemisferio Norte el inicio de la primavera.
Cuando, el sol en su movimiento aparente sobre la superficie terrestre, alcanza la línea del Ecuador, los rayos solares caen en forma perpendicular sobre la Tierra lo que origina un día de la misma duración que la noche. Este momento se conoce con el nombre de “equinoccio” (del latín aequinoctium, que significa igual noche), y ocurre dos veces en el año; en marzo y en septiembre.
Los equinoccios se producen en las mismas fechas tanto para el hemisferio Norte como para el Sur, de modo que cuando para el hemisferio Sur se produce el equinoccio de otoño, para el hemisferio Norte corresponde el de primavera y viceversa, dependiendo de si la dirección del movimiento aparente del sol sobre la tierra es de Sur a Norte o de Norte a Sur.
En junio y diciembre, los rayos solares caen perpendicularmente sobre los trópicos de Cáncer y de Capricornio (23° 27' N y 23° 27' S respectivamente), que son las latitudes extremas del movimiento aparente del sol sobre la superficie terrestre. Lo anterior se conoce con el nombre solsticio (del latín silstitium que significa sol quieto); ya que en esta posición pareciera que en su movimiento aparente, el Sol se detuviera.
Como en los equinoccios, los solsticios se producen en las mismas fechas para ambos hemisferios, junio y diciembre, sin embargo cuando en el hemisferio Sur se produce el solsticio de verano, en el Norte se produce el de invierno, dando inicio a esas estaciones respectivamente.
(SHOA.CL)

lunes, 10 de marzo de 2008

PARADERO

Esto es algo de lo que me gusta hablar. O escribir. La micro recorrido 151. Yo siempre estoy en ese paradero esperando. Hay una cantidad de vendedores que ya me conocen, pero no es esto en realidad de lo que voy a hablar. Voy a mentirles por un rato, y hacerles creer que hablo de la micro recorrido 151. Sé que no es necesario aclararlo, porque nadie es tan tonto como para creer que lo que más le importe a un joven chileno de dieciocho recién cumplidos (es mentira, tengo todavía diecisiete, pero ya fumo y hace rato me afeito) es un tonto recorrido de micros. Pero voy a hacer como que hablo de la 151, y ustedes van a hacer como que no se dan cuenta. Si me hacen ese favor, y si no le cuentan a nadie, voy a intentar poner aquí algo de lo que me pasa (¿cómo que poner aquí… se supone que les estoy hablando. Hagan también como que les estoy hablando, esa es parte del juego).
Ahora, ahora que todo está más claro, vámosle con la historia.
La hora del mediodía no me gusta para nada. El sol está muy arriba y yo no sé muy bien que es lo que me hace el sol. Dicen que me pone tonto, pero eso no es cierto. Aquí el sol es fuerte casi todo el día, con lo que se entiende que tendría que que estar haciendo idioteces al por mayor, pero no es tan así. La cosa es que no es una hora muy agradable, pero si viene mi amigo ahora en este momento voy a contarle a él mejor esta historia y el resto se quedará por ahí. No me las doy de pillo ni de vivo, quiero que se entienda pero no se entiende, se confunde con mi estado interno, que es más confuso.
La 151 no debe tardar. Llegó mi amigo. Ahí va. Ahí viene. Él sabe toda la historia, así que hablamos casi todo el tiempo de la 151. A él también le gusta, pero ese no es un problema. Los amigos saben compartir, dicen por ahí, pero esto es algo que le llaman intangible. También imposible. Busqué la palabra (intangible) en el diccionario de la biblioteca. Vi que le faltan hojas (al diccionario) y las que quedaban estaban negras en los bordes. Pensé en todas las manos que habrían hojeado esa edición de 1973 y creí que era hora de actualizarlo, pero lo pensé rápido y algo más rápido todavía logró llamar mi atención, pero ya me olvidé. Lo que no olvidé fue que me quedé un buen tiempo, porque de una palabra saltaba a la otra y así, todo el rato así. Todos los días aprender algo nuevo.
Mi amigo no lo nombro, porque si lo nombro van a saber quien soy yo, porque yo soy su único amigo. Por eso no me importa que comparta conmigo cosas que se supone no se comparten, porque si se enoja conmigo se va quedar sin amigos. Conociéndolo como es, sabiendo como es, sé que podría cometer una locura de esas que suele hacer y a mi eso va a hacerme sentir culpable y me va a doler también. Tal vez más que a él, porque viéndolo de afuera y tratando de entender, ya me está doliendo.
El otro día me dio pena. No digo por qué me dio pena. Creo que no lo tengo claro y me dijeron por ahí que no es bueno tomárselo tan en serio. Pero la cosa es que yo tenía pena ese día. En la tardecita. Por mí, por la 151 y por mi amigo, pero creo que no sé si por todo junto o si por todo un poquito. Hay buenos reflejos en ese edificio y eso me gusta, a mí me gusta ver esas cosas y en las tardes todas las ventanas están amarillas y rojas y a cada paso que das estás como en otra ciudad y como en otra calle, y no es nada raro, es sólo que la luz está bajando, nada más que eso. Asunto simple. Fácil y bonito. Yo no sé muchas cosas y tengo un problema de comprensión, me dijeron por ahí. Pero la pena me seguía avanzando, despacito.
La 151 pasa por afuera de mi casa pero siempre hago un largo trayecto para estar en ese paradero a la hora adecuada. Tiende a confundirme tanto que ya no sé ni lo que digo ni lo que intento decir.
Hago tonterías y sé que no es por el sol. Sé que no.

jueves, 6 de marzo de 2008

A TI

A ti que lees estas líneas, que estás bajando por una de las tantas autopistas de la ciudad en esta mañana de marzo o, tal vez, estás en un vagón del Metro —con la mirada extraviada, como todos los que viajan a esta hora—, o paladeas el primer café y recorres distraído las páginas de este diario, buscando algo que no sabes qué es. A ti, que llevas a tus hijos al colegio y que acabas de no escuchar una pregunta que te hizo tu hija más pequeña, porque estabas pensando en otra cosa. A ti, que acabas de salir de la ducha y te ves un instante en el espejo. A ti, que pasas rápido a mi lado y casi me empujas y no me ves. A ti, que —con apenas 18 años— te levantas con el tedio pegado en el alma y te enchufas al computador para no abrir la ventana de tu pieza que da al jardín. A ti, que miras a tu marido todavía dormir a tu lado, y ves su nuca y su piel gastada, y sientes en el centro de tu pecho un hueco, la sensación de un cansancio del que quisieras huir a miles de kilómetros de ahí. A ti, que estás comprando el pan sin emocionarte con su olor y su temperatura. A ti, que entraste al cajero automático y descubriste que el saldo de tu cuenta era negativo, y sientes miedo, rabia, angustia. A ti, que acabas de dejar a tu niño en la sala cuna y te fuiste sin cantarle esa canción "que a él tanto le gusta". A ti, que acabas de entrar en la oficina y te dispones a iniciar un día igual a todos los días, trabajando sin amor por lo que haces, como pieza de un engranaje que te devora.
A ti quiero agarrarte de la solapa, del brazo —con respeto, pero con fuerza—, a ti quiero detenerte en tu carrera loca y decirte lo que tal vez nadie te ha dicho nunca, porque no se enseña en los colegios ni aparece en los diarios. Yo no soy nadie para quitarte cinco minutos de tu atiborrada y desesperada agenda, soy uno más entre los millones que bajan esta mañana a comenzar un día más en la ciudad. Entonces, ¿por qué habrías de desconectarte de tu "iPod" o apagar tu celular para escucharme? Pensarás acaso que soy un predicador más, un vendedor de seguros, o alguien que quiere robarte a plena luz del día. Sé que me mirarás con recelo, con molestia, con desconfianza.
A ti, que me oyes pendiente de tu reloj, quiero decirte, antes de que desaparezcas devorado por la multitud: "El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo! Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto. Todo es bueno".
¿Y eso era todo? —me dirás—. Sí, y te digo: todo lo demás, fuera de eso, es nada.
Si te he agarrado de la solapa y te he abordado a esta hora de la mañana de este jueves que escribo es para decirte que eres feliz y no lo sabes. Y que eso que te dije lo dijo una vez un hombre como tú, que se llamó Dostoyevski. Y yo, ¿quién soy para hablarte así, para entrar en tu privacidad y leerte la cita de un ruso que no conoces? Yo soy el muerto. Yo estoy muerto, tú estás vivo.
¿Muerto tú? —me dirás—. ¡Pero si puedo tocarte y verte y oírte!
Sí, pero estoy muerto. Yo me levantaba en las mañanas como tú, prendía la radio como tú, paladeaba un café como tú, miraba distraído las primeras nubes en el cielo, y llevaba a mi hijo al jardín, y no sabía que era feliz, que estaba vivo. No lo sabía, como tú no lo sabes, como no lo saben tantos que no pisan con placer las primeras hojas del otoño, que no se detienen a ver los primeros rayos de luz colarse por la ventana para entibiar la piel del o la que duerme todavía a tu lado.
Pero esto, en realidad, no me lo enseñó Dostoyevksi, sino mi pequeño hijo Clemente, un niño como millones de niños que en este momento son llevados al colegio, un niño que me hizo una pregunta que no escuché una mañana de un jueves como hoy. ¡Eres feliz y no lo sabes! Eso es lo que enseñan los niños que mueren, eso lo aprendemos de un golpe los que morimos con ellos, eso es lo que los vivos como tú no pueden escuchar.

CRISTIÁN WARNKEN